PONTONES: PASADO, PRESENTE Y FUTURO
¿Realmente estoy en el mismo edificio? ¿Habré tardado cinco años en subir el tramo de escaleras? Es lo que uno puede llegar a pensar cuando pasa de la segunda planta al tercer piso del Centro de Especialidades de Pontones, situado en
Este centro ha pasado de estar gestionado en su totalidad por el Hospital 12 de Octubre, de carácter público, a estar gestionado en parte por el propio 12 de Octubre y en parte por el grupo Capio, entidad privada propietaria de
Para poder facilitar la comprensión del lector conviene ir al origen de todo esto. Allá por el año 1997, un 25 de abril para ser más exactos, el Real-Decreto de Ley 10/1996 era sustituido por
Amparándose en la ya mencionada Ley, apoyada por todos los partidos políticos a excepción de IU y del BNG,
Este cambio en la administración del centro, también acontecido en otros centros especializados de la capital madrileña provocó la indignación de una buena parte del pueblo y de menos partidos políticos. El grupo parlamentario que más se ha manifestado en contra de todo lo sucedido ha sido Izquierda Unida. El por entonces coordinador general del partido, Gaspar Llamazares, se puso en contacto con Enrique Múgica Herzog, Defensor del Pueblo. En la entrevista mantenida entre ambos, Gaspar Llamazares solicitó al Defensor del Pueblo que se promoviera “un recurso de inconstitucionalidad en elación con la posible incompatibilidad entre la generalización de la figura de la concesión a empresas privadas de hospitales y centros de salud en
Aparte de ese intento de Izquierda Unida por que la reforma no siguiera adelante existen otras muchas asociaciones, federaciones, coordinadoras y organismos creadas a partir de la aprobación de la ley 15/1997, sirvan de ejemplo
Para tratar de conocer más de cerca el problema decidí acercarme al Centro de Especialidades de Pontones, en donde ya funciona la gestión mixta, lo que ha conllevado una curiosa división del ambulatorio en dos partes. El sótano, la planta baja, la primera y la segunda no conocen la mano de Capio, su gestión sigue a cargo de
Este grupo sueco se autodefine de la siguiente manera:
“Somos el mayor Grupo Sanitario privado español, con 22 centros en cinco Comunidades Autónomas y más de 5.000 profesionales; con una dotación asistencial de 1.500 camas y un volumen de facturación de 300 millones de euros en
Es posible que esos 300 millones de euros facturados hace cuatro años les hayan servido para actualizar tan rápidamente las instalaciones en las dos plantas en las que están presentes en Pontones. Las obras, para las que no se solicitó licencia alguna hasta pasado un mes de su inicio, han supuesto un cambio radical en la imagen que presentaba el ambulatorio de Pontones. Este cambio es fácilmente apreciable, incluso si jamás ha estado usted allí. Si desea hacer una comparativa entre lo que fue y lo que es no tiene usted más que situarse en el rellano que hay entre el segundo y el tercer piso; baje hasta la segunda planta y después suba a la tercera; repita usted el proceso tantas veces como quiera, la máquina del tiempo está a sus disposición de forma gratuita y sin descansos. En el pasado podrá apreciar las viejas mesas y las incómodas sillas envueltas en una atmósfera gris, cortesía de las viejas pinturas y muebles aún presentes en esa zona, acompañadas de un celador situado a una distancia prudencial de los pacientes, al costado de la mesa donde se expiden las citaciones. Subamos las escaleras ahora. Nos espera un nuevo mundo donde la base es la misma: sillas, mesas y un celador, sólo cambia su disposición y su color, además de un cuarto acompañante: dos pantallas planas que indican quién es el afortunado al que le toca acercarse a las mesas, numeradas del uno al seis y con tan sólo una persona atendiéndolas (no todo cambia entre el ayer y el mañana).
El primer cambio que se aprecia es la situación espacial del celador. No flota en el aire, simplemente está sentado en una silla, detrás de una mesa (hasta aquí todo igual), pero está situado entre los pacientes, que esperan, nunca mejor dicho a pesar de la redundancia, pacientemente a que las modernas pantallas les indiquen que ya pueden acercarse a la mesa número uno o a la mesa número dos, las únicas que hoy cuentan con la compañía de un empleado. Sin duda le hace parecer más cercano y de hecho hasta el se acercan numerosas personas para preguntarle dónde han de coger el número, “aquí mismo está la máquina señora”, responde educadamente. - Qué pena - pensará el pobre celador del pasado, de mucho más edad y menos cuidado aspecto, que tiene que ver pasar las horas solitariamente, a la espera de que alguien se digne a preguntarle algo para sacarle de su soledad. Desde luego de cara a la galería, si atendemos sólo a lo que se nos ofrece a simple vista, ni siquiera Jorge Manrique se atrevería a afirmar que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”.
Sin embargo, Manrique, y cualquiera de nosotros, pensaría que no es oro todo lo que reluce y que para saber con certeza si realmente merece la pena subir esa planta que separa dos mundos, en apariencia completamente extraños el uno al otro, que no comparten nada en absoluto, hay que ver cuál es la opinión de los usuarios de ambos bandos. Eso sí, teniendo en cuenta que aquellos que pisan el suelo de la tercera planta antes pisaron superficies exactamente iguales a las que están en el nivel inferior, son los usuarios, como ya se explicó al comenzar este reportaje, de los distritos de Arganzuela y Centro.
Para comenzar me sitúo allá donde la influencia sueca no ha podido llegar, todavía.
Todos contestan lo mismo: “por aquí no ha cambiado nada”; “todo sigue igual, sigue funcionando igual de mal que antes”; “yo no he notado nada”. La mayoría de los pacientes a los que me dirijo son personas que aparentan edades por encima de los 65 años y que, a tenor de sus declaraciones, no han experimentado cambio alguno.
Después de proseguir con las pesquisas durante un tiempo no obtuve respuesta alguna que sirviera para ampliar lo expuesto por los ya encuestados. Antes de arrancar la máquina del tiempo, convertida ahora en ascensor, me encontré con Marta, una mujer de unos 35 años muy amable que sí que me pudo aportar una visión distinta.
“Esta parte ahora está mucho mejor, se nota que se han picado y ahora se esfuerzan más”. ¡Cielos, el futuro puede influir en el pasado! Le pido a Marta que por favor me lo explique un poco más: “los pasillos están más limpios, te atienden más amablemente y, además, te sonríen”. Ahora sí arranco, me dispongo a realizar el viaje temporal ya realizado en otras ocasiones.
Me percato de un dato curioso, en el futuro habrá más gente esperando. La sala de espera está abarrotada, todo lo contrario que la de la vecina del piso inferior. Le pregunto a la gente que si notan algún cambio respecto a cómo funcionaban las cosas antes. Tengo mala pata, los cinco primeros entrevistados me dicen que es su primera vez, son vírgenes en esto de tratar con tiempos venideros. Poco a poco encuentro a gente ya más experta en estas lides. Una pareja de entorno a cincuenta años no está demasiado satisfecha con el cambio: “A mi hijo le tenían que poner la vacuna contra el tétanos el viernes pasado. Dijeron que no podían, que teníamos que esperar hasta el lunes. Al final un enfermero se la puso, pero nos pidió que por favor no dijéramos su nombre”. Pero eso no es todo, ellos mismos sin que yo les pregunte nada me dan su versión de por qué esto sucede, “se nota que ahora se mira mucho más el dinero, si antes te tenían que dar una pastilla ahora te dan sólo media”. El dinero, el leitmotiv de todos los que habitamos en el presente parece que prolongará su reinado durante unos cuantos años más.
Continuando con la investigación me encuentro con una pareja que espera un hijo. Los dos han acudido al centro en diversas ocasiones, pero todavía no han encontrado a nadie que los atienda. “Llevamos viniendo tres días y todavía no nos han atendido. Antes era lento, pero al menos se hacían las cosas”. Fernando añade un factor que podría no ser tenido en cuenta, la relación con los médicos: “Me han cambiado todos los médicos, y eso se nota. Ahora la relación es más distante y además no conocen mi caso tan bien como el anterior. Está mal organizado”.
A pesar de todo, la mayoría de las personas apuntan que todo funciona más o menos igual, igual de mal. Para tratar de que las cosas vayan mejor, especialmente en lo que se refiere a economización del tiempo, y ahora no hablo de pasado ni de futuro, hablo del presente, Encarnación propone una solución para agilizar la citación: “¿Podrían hacerlo los doctores no? Tienen un ordenador imagino, así nos ahorraríamos tener que esperar hora y media para pasar cinco minutos de consulta”. A veces las soluciones son más sencillas de lo que podría esperarse.
En fin, a tenor de lo dicho por la gente el cambio parece no ser muy efectivo, no se aprecian mejoras y sí algún paso atrás. Eso sí, es posible que todo se deba a que es un proceso que ha comenzado hace poco tiempo y puede ser esa la razón de que haya ciertas cosas que no funcionen.
En lo que sí que parecen de acuerdo todos los encuestados es que no les gusta que la gestión de
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