Ayer, martes 24 de febrero, Emilio Gutiérrez destrozó a mazazos una herrikotaberna después de asistir a una concentración celebrada frente al Ayuntamiento de Lazkao. Condenaban el atentado del pasado 23 de febrero acontecido en esa localidad.
La bomba de ETA destrozó la casa de Emilio, recién renovada. La rabia acumulada le llevó a arrasar la herrikotaberna, dando rienda suelta a toda la rabia contenida que arrastraba desde la mañana del martes, cuando pudo ver su piso.
Todos los partidos políticos han dicho comprender a Emilio, pero que los medios empleados para hacer justicia no son los adeacuados. Sin embargo, la actuación de este ciudadano responde a lo que la gran parte de la sociedad piensa. Es fácil criticar su actuación cuando no se han sufrido las consecuencias del bombazo en carne propia. ¿Cómo reaccionaríamos si nos destrozaran la casa a nosotros?
Además, esa agresividad es el resultado de muchos años en los que no dejamos de ver asesinatos y destrozos causados por la banda terrorista y que no obtienen respuesta por parte de ningún gobierno. Sí, hay manifestaciones y se condena verbalmente los atentados, pero ¿de qué sirve?.
La acción de Emilio es una representación del cansancio de la sociedad, harta de asesinatos y bombas, tan harta que un día ha de reventar como le sucedió ayer a él.
Por supuesto, las consecuencias de su acción no se han echo esperar. Su pueblo ha aparecido empapelado con carteles etiquetándole de fascista. Si él es un fascita por destrozar un bar en respuesta al destrozo de su casa, ¿qué son ellos? Ellos que matan a los que democráticamente defienden una manera de pensar diferente a la suya. Porque está bien que ellos se sientan vascos, cada uno es de donde se siente, pero ¿qué pasa con todos los vascos que se sienten españoles? ¿Ellos no tienen derecho a opinar y a defender sus ideas? Ellos, los etarras, son los fascitas. Ellos, los que asesinan, insultan y desprecian a todo aquel que no baila a son de su compás.
Emilio no es un fascista, es un hombre que hastiado de lo que pasa decidió actuar y rebelarse, aunque lo hiciera a través de un método equivocado. Es un hombre que defendió su dignidad y su libertad porque los verdaderos fascistas se las querían limitar.
Enlace al vídeo en el que se ve a Emilio destrozando el bar: http://www.elpais.com/videos/espana/mazazos/ETA/Lazkao/elpepunac/20090225elpepunac_2/Ves/
miércoles, 25 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Me he intentando poner en la situación de Emilio, Lieutuva y, aunque me resulta casi imposible, de verdad que lo entiendo. Cojones, que ha tenido que abandonar su pueblo porque tenía MIEDO. en pleno siglo XXI, en un país democrático... dónde vamos a llegar?
Totalmente de acuerdo con el artículo, Lieutuva. Pienso igual que tú y que Edu.Además, me encantaría que la acción de este individuo sentase un precedente y la sociedad, poco a poco, se fuese revelando contra estos bastardos, por no decir palabras mayores.
Sé que es difícil, incluso algunos me diréis que imposible, pero otras revoluciones que se tornaban más utópicas acabaron triunfando a lo largo de la historia, aunque luego llevaran el rumbo equivocado.
Palabras llenas de sensatez y de futuro las de Diego.
La reacción de Emilio es humana, lógica, pero la venganza sólo desahoga y alimenta el círculo de la violencia, no soluciona el problema, al contrario, lo agrava, no tanto por las consecuencias para Emilio como por la carga de razón para los violentos. El fascismo se nutre de la reacción provocada por sus acciones, sobre todo si tiene el apoyo de una sociedad asustada, escondida y, en muchos casos, protectora de los violentos. Si no funciona el Estado, su justicia, el futuro estará en manos de los "salvadores de la nada", mafiosos que viven del miedo. No podemos menospreciar la fuerza del Estado, por supuesto democrático, aunque es cierto que la sociedad vasca no se apoya en esta fuerza, sino, más bien, en el miedo. Basta ya de esconderse y de alimentar al terror y a las mafias con el silencio.
Un acto humano como el de Emilio no ayuda, el ejercicio de la libertad a cara descubierta de los que nos sentimos ciudadanos antes que "pueblo", puede solucionar el problema.
El comentario anónimo es de Fernando MB. Por error, no firmé.
Publicar un comentario